31/12/11

Feliz año en tiempo presente

Algún día un amigo me preguntó qué sentía después de haber bailado – no en el escenario donde se mezclan adrenalina y emociones diversas de lo íntimo a lo público, me dijo, sino tras ensayar, en la práctica cotidiana del estudio. Interrogándome desde la sensación – de allí nacía la pregunta -, le contesté con esas dos palabras: presente y presencia.

El presente es lo que me parece definir mejor la danza que sólo existe en el instante, que nunca es idéntica a lo que ha sido ayer y será mañana, mientras que la presencia evoca la sensación que deja el movimiento en el cuerpo tras entregarse al espacio.
La danza como presente absoluto se inscribe en el aquí y ahora sin excluir el diálogo con otras temporalidades. Se hace presente porque el movimiento es una incógnita siempre – por mucho que se haya ensayado-, hasta que nazca y se convierta en el acto de bailar, hasta que tome forma y se haga visible.

De forma paralela las palabras que se quedan sobre la página de un día a otro pueden corregirse, desaparecer o fluctuar en la relectura del escritor, pero siguen estando por la mañana ahí donde se han dejado la noche anterior. La recepción de un mismo texto y su comprensión varían en lecturas sucesivas y diversas, pero la forma en que los caracteres y  palabras están asemblados sobre el papel no cambia. También un movimiento se retoma técnicamente ahí donde se ha dejado la vez anterior – porque uno es capaz en principios de volver a ejecutarlo o realizar una secuencia tal como se ha coreografiado-, sin embargo, la página del bailarín está siempre en blanco hasta que dance y más aún cuando se improvisa: sólo el instante presente es una oportunidad de volver a dibujar el movimiento en el espacio, sin garantía ninguna. Más que una amenaza veo en el carácter impermanente de la danza una oportunidad de dialogar con el mundo del que sale y en el que entra. El suelo, la temperatura, la música o la calidad del sonido, el silencio, el estado físico y anímico del intérprete, el tiempo, el espectador cuando lo hay, son tantos parámetros que modifican la danza y la enriquecen si el bailarín los toma en cuenta. Y cuando no lo integra, el contexto mismo invade sus movimientos; ahí es donde uno se deja sobrellevar y se ve en peligro, perdiendo el equilibrio sobre la cuerda. La experiencia de bailar remite así a la escucha del instante, invitándonos a buscar mayor disponibilidad hacia la realidad en que se da.

No pretendo alcanzar ese momento de presente absoluto o por lo menos no siempre, y conozco bien las situaciones de tormentas que más de una vez me han hecho perder el hilo. Sin embargo, bailar me conecta con el tiempo y el espacio en que me sitúo, con aquellos que interrogo siempre cuando no estoy pisando el suelo, cuando no fabulo movimientos. Por ello el acto de bailar me deja acercarme a la sensación de un presente en presencia, habitado. Y hablando de tiempo presente, encontré hoy mismo en mis lecturas una reflexión que hizo eco a mis sensaciones – por muy anterior a ellas que sea el texto-, como una resonancia hallada en una voz ajena, respuesta que completa e interroga la pregunta que me habían hecho:

La noción de presente brilla en la experiencia del bailarín, es el marco temporal de un marco fugitivo que se hace único en la improvisación donde no hay ni retoque ni posibilidad de repetición. El presente se concilia como vida discontinua, fragmento del tiempo hacia la impermanencia descubierta por Cage o Cunningham en el pensamiento budista y el Tao. (…) Entre experiencia del presente y dinámica del devenir se alojaría el tiempo de la danza como un latido, como intervalo, como “entre-deux”. (…)” La danza como “pasado telescopiado por el presente”1.

Esta noche es cuando celebraremos el paso de un año a otro: 2011 todavía presente ya no existe, proyectándose hacia una dinámica del devenir, mientras que 2012 interroga, al igual que el movimiento a la hora de convertirse en danza. Sólo nos queda el presente en presencia y es nuestro regalo más preciado.


1“ La notion de présent scintille dans l'expérience du danseur, elle est le cadre temporel d'un cadre fugitif et, dans l'improvisation, unique -, sans retouche et non renouvelable. Le présent s'accorde en tant que vie discontinue, fragmentée du temps à l'impermanence découverte par Cage et Cunningham dans la pensée bouddhiste et le Tao. (…) Entre expérience du présent et dynamique du devenir se logerait le temps de la danse, comme un battement, comme intervalle, comme “entre-deux”. (…) un passé télescopé par le présent.” (LOUPPE, Laurence, Poétique de la danse contemporaine; La Suite, Ed. Contredanse, Belgique, 2007)

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