8/8/11

Inversión o simetría

Me gusta pensar en el instante que precede la salida bajo la luz de los focos: aquel momento en el que estábamos ambos reunidos, yo detrás como siempre, y tú en la oscuridad pero ya casi al alba. Momento atemporal en el que todo es plausible en la amplitud del silencio y la espera. El espacio vacío con un sabor de plenitud.
 Me encantaba respirar el instante inmóvil en que las siluetas callan, suspendidas fuera del tiempo, justo antes de que todo empieza a nacer. El escenario vacío me hacía libre y me permitía poblarlo de una infinidad de movimientos, escuchar músicas improbables. Me gustaba ese espacio porque sabía que ya lo estabas habitando. Yo me quedaba detrás, como siempre lo he hecho. Cuando te fuiste el escenario desapareció y se selló el cerrojo de los camerinos.

Vacío.

Hoy he visto una espalda – teatro de tu existencia grabada con cuchillo–, donde te he puesto en escena de la misma manera que he dibujado con palabras las imágenes de tus viajes, las que atravesaban tu mirada.
Cuando la vi a ella – de espalda y por primera vez–, volví a sentir la plenitud del escenario vacío. Recordé aquellos instantes sin tiempo que preparaban tu entrada, la tuya u otra quizás. Una circunstancia improbable.

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